Veré la mano y habrá cierta distancia
entre el movimiento y el efecto. En el ambiente la ceniza está golpeando. La
mano repite lentamente lo que en la cabeza parece temblar, y tiembla; tantas
desventuras, tanta noche para girar los dedos a ver si. Un eco se larga a
sombrear la distancia, como lo que hay entre el chasquido y la luz. La mano se
aproxima hacia un vaso que termina siendo un lápiz que termina siendo un
cuchillo que.
Alguna llovizna, poca cosa, porque igual
la mano juega, el sentido se acalambra frente a los ruidos; ecos que fustigan
el movimiento. Porque ya estaba temblando, porque el aire acorta el efecto.
Rápidamente la mano se abre a una cara de
gestos tardíos, a unas muecas entre dolor y crudeza. Rápidamente la mano toma el vaso que toma
el lápiz que toma el cuchillo y lo clava en el pecho de la derrota eternamente.