Pensar en Lamás Médula
empieza mucho antes de lo que se conoció allá por la década del 80 y
que hoy continúa siempre con el mismo nombre y la misma idea; antes,
unos pasitos hacia atrás y otros hacia los costados y hacia arriba,
pero principalmente hacia Oliverio Girondo y su arriesgadísimo poemario
En la masmédula, ese modo de quebrar el lenguaje, de hacerle
sucumbir las palabras, para recomenzar, para partir nuevamente. Porque
la poesía que invita hoy a transpirar la revista Lamás Médula es un
espacio hacia el próximo espacio; nació como un grito, más bien como un
montón de voces queriendo decir -desde los primeros años del retorno a
la democracia en los 80-, que la poesía es riesgo y también búsqueda;
es ir por el camino de los registros paródico e irónicos que atraviesan
la improvisación de los lenguajes y sus correlatos estéticos.
Ture
(izq.) durante una reunión de Lamás Médula a fines de los 80 en su
casa de Villa Luro. Néstor Colón (der.) llegando a un asado/lectura
realizado en su casa de la Avenida Directorio, en Floresta
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¿Qué buscar después del silencio? ¿Dónde
empezar? Corría 1987 y aquel grupo originario de adolescentes, con más
ganas que ideas, trabajaba a ciegas palpando lo que serían pautas, o
más bien orientaciones sobre cómo digerir el mundo a través de la
poesía entre errores y ansiedad; Daniel Berestein, Néstor Colón,
Sebastián Bianchi y Nicasio Troj (de quien nunca más se supo)
acompañados por Buby Koffman, Rubén Vedovaldi, Ricardo Juricich y el
gran ilustrador-historietista y personaje Alfredo Tato Bugueiro;
entonces llegó la primera revista, esa primera versión caótica pero
bien práctica (cortada con tijeras y pegada con plasticola) y así se
distribuyeron los primeros números, en un desorden masmedular,
empujados por la juventud y la inexperiencia.
Contratapa de Lamás Médula con dos auspicios para la época: Liberarte, dirigido por entonces por Juano Villafañe (actual director del Centro de la Cooperación) y revista Crisis,
al mando de Eduardo Jozami (actual director del Centro Cultural
Haroldo Conti de la exEsma). Como dato, los spots radiales de estos dos
auspicios circulaban por los programas de radio que Lamás Médula
realizaba en radios de baja frecuencia, llamadas radios alternativas en el conurbano bonaerense.
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Lamás Médula propuso entrar en el gesto de
enfrentar una entrevista, con el grabador y la mirada del poeta,
formas e hilos para llevar la palabra (sus juegos, sus intenciones)
hacia el contacto profundo con el escritor y con el lector, ese lector
inconformista que también buscaba y busca como el poeta más problemas
que soluciones.
Reportaje a Jorge Ariel Madrazo. Una característica de la época, nota sin firma ni fotos.
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¿Cuál era la rebeldía con una democracia
inestable y con la continuidad civil del pensamiento militar? ¿Qué era
ganar después de haber perdido?
Hay versos que resisten el largo y pesado ruido del olvido, y ahí, en una década que se iba, Lamás Médula, como tantos otros grupos literarios, tenían que reencauzar lo que la censura había cerrado; después del miedo, el país vomitó sus dudas y sus deudas y sus problemas. De ahí la necesidad de volcarse otra vez (como tantas veces) a la poesía, de difundirla, de discutirla, de polemizar, de abrir el juego de la poesía entre el rock y la murga de los ambientes urbanos, en un intento de desprenderse de ataduras comunicacionales hegemónicas.
Hay versos que resisten el largo y pesado ruido del olvido, y ahí, en una década que se iba, Lamás Médula, como tantos otros grupos literarios, tenían que reencauzar lo que la censura había cerrado; después del miedo, el país vomitó sus dudas y sus deudas y sus problemas. De ahí la necesidad de volcarse otra vez (como tantas veces) a la poesía, de difundirla, de discutirla, de polemizar, de abrir el juego de la poesía entre el rock y la murga de los ambientes urbanos, en un intento de desprenderse de ataduras comunicacionales hegemónicas.
Ture al término de una de las reuniones de mesa de red/acción…en no muy buen estado
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Entonces llegan (como un eterno retorno)
los años 90, que encuentran al grupo reunido en la biblioteca Raúl
González Tuñón, masmedulizada rápidamente, donde las actividades no
cesaban; encuentros, grabaciones de autores leyendo sus obras,
concursos, talleres. La poesía agitaba sus banderas. Pronto se sumarían
las revistas 18 Wiskys y La Trompa de Falopo a las ya existentes Epitafio (de Eduardo Sívori), Arché (de Pablo Montanaro), la rosarina Puentes Amarillos
y tantas otras. Hasta que otra vez el absurdo; la ley de
convertibilidad. Las impresiones de la revista se fugaron como tantas
ilusiones y personas, si bien la revista existía no podía circular,
resultaba prácticamente imposible la edición.
Interior de la revista. Única página en
la que aparecía una foto (pegada con plasticola): una gorda desnuda.
Nótese el detalle, en la dirección están Daniel Berestein, Sebastián
Bianchi, Néstor Colón y Nicasio Troj, de quien nunca más se supo . Y entre los colaboradores, Rubén Vedovaldi, actual corresponsal de Lamás Médula en Rosario
Entre estos vaivenes,
mientras la década se volvía infame inundando las vidrieras con consumo
masivo, la palabra, esa búsqueda de siempre, se recluyó. Nace una nueva
etapa masmedular, de introspección y de investigación, de ir cada uno
por su lado, como de transición. Los primeros años de los noventa
consistieron en la posibilidad de por lo menos publicar, existir más
que decir; estar, resistir.
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Tapa de la revista 18 Whiskys |
Porque el tiempo no pasa por pasar y así
simple nomás, el 2008 llega para que el grupo retome sus intenciones,
ya más entrado en la experiencia y con mucho material para difundir a
través de las nuevas herramientas, con un espacio que se abre
incesante, Internet, y la posibilidad de un nuevo modo de descubrir la
comunicación en la poesía; la revista digital, un colectivo virtual
donde los amigos masmedulares desperdigados por Latinoamérica y tantas
otras partes del globo que hablaban el mismo idioma y las mismas mañas
traían al origen autores de sus lados.
Tapa de La Trompa de Falopo
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El mensaje, o más bien el mensaje
artístico, empezó a infiltrarse en cada vez más ojos y más bocas,
entonces el desafío resurgía esta vez con más fuerza y con más
lectores, el relanzamiento de la nueva etapa con la versión papel de la
revista, con la idea del origen bien intencionada. Para muchos fue el
año 2010, para el sentido masmedular fue el año de retorno después de
tantos clarososcuros. Si bien el proyecto fue mutando por y en
diferentes circunstancias, una revista de papel que no es básicamente
una revista de papel, no es nada. Puede recorrer infinitos puertos
virtuales y aún así el cuerpo se sentirá frío sin las huellas tangibles
de lo que sucede a través de la perdurabilidad del papel.
¿La poesía sirve? ¿Para qué la poesía? Se
dirá que en un mundo veloz y tanto más efímero las palabras se
escabullen del sentido. Sin embargo, la mirada poética (el modo de
encarar el lenguaje en sus distintos elementos y formas) es un
equilibrio de los desbarajustes espirituales y psíquicos. Que suelen ser
más o menos los mismos, el desarraigo, el desamor, el desuso, el
desencuentro.
Manuscrito (en este caso de Jorge Ariel Madrazo). Una característica masmedular desde el minuto cero
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Hoy la revista Lamás Médula son muchos Lamás Médula en cualquier parte del mundo, múltiples estilos y miradas y voces que se amalgaman, siempre buscando, para que Lamás Médula los amalgame, realce esa mezcla, esos puntos de encuentro, como si fuera el pueblo perdido al que todos llegan con sed y buenas nuevas.
Marcelo Lazovic es autor de los libros Desencuentro Violento (2007), Entonces (2011) y Buenos Días (–inédito-) Participó en el grupo poético Globos rojos y concurrió a diversos talleres poéticos-literarios. Sus poemas han sido seleccionados en antologías y colaboró en la revista El escupitajo de Oro. Actualmente coordina el taller de poesía junto a la poeta Laura Massolo, ganadora del Primer Premio Municipal otorgado por la Ciudad de Buenos Aires. http://marcelolazovic.blogspot.com