31/5/13

UNA HISTORIA DE LAMÁS MÉDULA (para variar un poco, intentando otros géneros)

Pensar en Lamás Médula empieza mucho antes de lo que se conoció allá por la década del 80 y que hoy continúa siempre con el mismo nombre y la misma idea; antes, unos pasitos hacia atrás y otros hacia los costados y hacia arriba, pero principalmente hacia Oliverio Girondo y su arriesgadísimo poemario En la masmédula, ese modo de quebrar el lenguaje, de hacerle sucumbir las palabras, para recomenzar, para partir nuevamente. Porque la poesía que invita hoy a transpirar la revista Lamás Médula es un espacio hacia el próximo espacio; nació como un grito, más bien como un montón de voces queriendo decir -desde los primeros años del retorno a la democracia en los 80-, que la poesía es riesgo y también búsqueda; es ir por el camino de los registros paródico e irónicos que atraviesan la improvisación de los lenguajes y sus correlatos estéticos.

Ture (izq.) durante una reunión de Lamás Médula a fines de los 80 en su casa de Villa Luro. Néstor Colón (der.) llegando a un asado/lectura realizado en su casa de la Avenida Directorio, en Floresta
 ¿Qué buscar después del silencio? ¿Dónde empezar? Corría 1987 y aquel grupo originario de adolescentes, con más ganas que ideas, trabajaba a ciegas palpando lo que serían pautas, o más bien orientaciones sobre cómo digerir el mundo a través de la poesía entre errores y ansiedad; Daniel Berestein, Néstor Colón, Sebastián Bianchi y Nicasio Troj (de quien nunca más se supo) acompañados por Buby Koffman, Rubén Vedovaldi, Ricardo Juricich y el gran ilustrador-historietista y personaje Alfredo Tato Bugueiro; entonces llegó la primera revista, esa primera versión caótica pero bien práctica (cortada con tijeras y pegada con plasticola) y así se distribuyeron los primeros números, en un desorden masmedular, empujados por la juventud y la inexperiencia.


Contratapa de Lamás Médula con dos auspicios para la época: Liberarte, dirigido por entonces por Juano Villafañe (actual director del Centro de la Cooperación) y revista Crisis, al mando de Eduardo Jozami (actual director del Centro Cultural Haroldo Conti de la exEsma). Como dato, los spots radiales de estos dos auspicios circulaban por los programas de radio que Lamás Médula realizaba en radios de baja frecuencia, llamadas radios alternativas en el conurbano bonaerense.

Lamás Médula propuso entrar en el gesto de enfrentar una entrevista, con el grabador y la mirada del poeta, formas e hilos para llevar la palabra (sus juegos, sus intenciones) hacia el contacto profundo con el escritor y con el lector, ese lector inconformista que también buscaba y busca como el poeta más problemas que soluciones.



Reportaje a Jorge Ariel Madrazo. Una característica de la época, nota sin firma ni fotos.

¿Cuál era la rebeldía con una democracia inestable y con la continuidad civil del pensamiento militar? ¿Qué era ganar después de haber perdido?
Hay versos que resisten el largo y pesado ruido del olvido, y ahí, en una década que se iba, Lamás Médula, como tantos otros grupos literarios, tenían que reencauzar lo que la censura había cerrado; después del miedo, el país vomitó sus dudas y sus deudas y sus problemas. De ahí la necesidad de volcarse otra vez (como tantas veces) a la poesía, de difundirla, de discutirla, de polemizar, de abrir el juego de la poesía entre el rock y la murga de los ambientes urbanos, en un intento de desprenderse de ataduras comunicacionales hegemónicas.


Ture al término de una de las reuniones de mesa de red/acción…en no muy buen estado

Entonces llegan (como un eterno retorno) los años 90, que encuentran al grupo reunido en la biblioteca Raúl González Tuñón, masmedulizada rápidamente, donde las actividades no cesaban; encuentros, grabaciones de autores leyendo sus obras, concursos, talleres. La poesía agitaba sus banderas. Pronto se sumarían las revistas 18 Wiskys y La Trompa de Falopo a las ya existentes Epitafio (de Eduardo Sívori), Arché (de Pablo Montanaro), la rosarina Puentes Amarillos y tantas otras. Hasta que otra vez el absurdo; la ley de convertibilidad. Las impresiones de la revista se fugaron como tantas ilusiones y personas, si bien la revista existía no podía circular, resultaba prácticamente imposible la edición.


Interior de la revista. Única página en la que aparecía una foto (pegada con plasticola): una gorda desnuda. Nótese el detalle, en la dirección están Daniel Berestein, Sebastián Bianchi, Néstor Colón y Nicasio Troj, de quien nunca más se supo . Y entre los colaboradores, Rubén Vedovaldi, actual corresponsal de Lamás Médula en Rosario

Entre estos vaivenes, mientras la década se volvía infame inundando las vidrieras con consumo masivo, la palabra, esa búsqueda de siempre, se recluyó. Nace una nueva etapa masmedular, de introspección y de investigación, de ir cada uno por su lado, como de transición. Los primeros años de los noventa consistieron en la posibilidad de por lo menos publicar, existir más que decir; estar, resistir.




Tapa de la revista 18 Whiskys


Porque el tiempo no pasa por pasar y así simple nomás, el 2008 llega para que el grupo retome sus intenciones, ya más entrado en la experiencia y con mucho material para difundir a través de las nuevas herramientas, con un espacio que se abre incesante, Internet, y la posibilidad de un nuevo modo de descubrir la comunicación en la poesía; la revista digital, un colectivo virtual donde los amigos masmedulares desperdigados por Latinoamérica y tantas otras partes del globo que hablaban el mismo idioma y las mismas mañas traían al origen autores de sus lados.
 

Tapa de La Trompa de Falopo

El mensaje, o más bien el mensaje artístico, empezó a infiltrarse en cada vez más ojos y más bocas, entonces el desafío resurgía esta vez con más fuerza y con más lectores, el relanzamiento de la nueva etapa con la versión papel de la revista, con la idea del origen bien intencionada. Para muchos fue el año 2010, para el sentido masmedular fue el año de retorno después de tantos clarososcuros. Si bien el proyecto fue mutando por y en diferentes circunstancias, una revista de papel que no es básicamente una revista de papel, no es nada. Puede recorrer infinitos puertos virtuales y aún así el cuerpo se sentirá frío sin las huellas tangibles de lo que sucede a través de la perdurabilidad del papel.



¿La poesía sirve? ¿Para qué la poesía? Se dirá que en un mundo veloz y tanto más efímero las palabras se escabullen del sentido. Sin embargo, la mirada poética (el modo de encarar el lenguaje en sus distintos elementos y formas) es un equilibrio de los desbarajustes espirituales y psíquicos. Que suelen ser más o menos los mismos, el desarraigo, el desamor, el desuso, el desencuentro.


Manuscrito (en este caso de Jorge Ariel Madrazo). Una característica masmedular desde el minuto cero


Hoy la revista Lamás Médula son muchos Lamás Médula en cualquier parte del mundo, múltiples estilos y miradas y voces que se amalgaman, siempre buscando, para que Lamás Médula los amalgame, realce esa mezcla, esos puntos de encuentro, como si fuera el pueblo perdido al que todos llegan con sed y buenas nuevas. 



Otra contratapa pero con auspicio de la revista Un huevo y medio, dirigida por Gerardo Foia, actual productor general de Fútbol para todos



Marcelo Lazovic es autor de los libros Desencuentro Violento (2007),  Entonces (2011) y Buenos Días (–inédito-) Participó en el grupo poético Globos rojos y concurrió a diversos talleres poéticos-literarios. Sus poemas han sido seleccionados en antologías y colaboró en la revista El escupitajo de Oro. Actualmente coordina el taller de poesía junto a la poeta Laura Massolo, ganadora del Primer Premio Municipal otorgado por la Ciudad de Buenos Aires. http://marcelolazovic.blogspot.com

10/5/13

De horas corridas y de poesía




En tu piel hay una escritura que nace, y será que las razones no existen y que los ojos buscan donde no hay nada porque no hay nada. Todos los ruidos que salen, todas las calles mal cerradas, una voz larga debatiendo en el viento cómo se despega la nostalgia de la pena. Si la nueva noche no contempla evitar la fuga de las contracciones, qué habrá después de que la puerta y las ventanas se cierren.
Tal vez el olvido termine en desencuentro; cosa posible si das media vuelta y encarás hacia adentro. El encierro es así, combustible, ruina de las ideas de la sed de las ilusiones, y así, detrás del vidrio las cosas se van a poner difíciles; guardarse, esperar que las cosas pasen, que evadirse sea la comida del día, el plato fuerte de irrealidad.

Porque no tiene que pasar, pasa.

Escribir es un poco eso, el sexo implícito entre la acción y el sujeto; un cachetazo acostumbrado a realzar la pena en la cara en la boca en los dientes del sujeto. Todo lo que existe en el mundo se escurre, y me pregunto, dónde estábamos cuando el origen se tragó la historia. Al asecho, tal vez, llevando el monte hacia la cruz. Una basura. Una desproporción de los efectos de la metáfora.

Escupir hacia arriba sería una buena idea si justo ahí apareciera la cara de diablo de dios.