Escribirás en el ruido
loco de una madrugada, despierta en el silbido desparramado de tu nombre; entre
la humedad y la tristeza hay un punto que no se dobla. Ese punto será como la
sombra que evoca los terrores en el jardín de nuestras infancias.
Volver, sujetar el
principio y las ideas, sentir que la música se levanta, que el lugar donde
convergen todos los lugares es el encuentro de lo que existe. Y después, qué
habrá. La cabeza en lo oscuro manchándose con aceite o sangre. Que implora. Que
nació como un reflejo de letras malditas.
Y el ruido en el
cuerpo, en el cuerpo tormentoso, y lo que se escribe cuando se está frente a
las uñas gastadas, principalmente cuando se está frente a una hoja, así, casi
imposible. Mientras, el latido en tus pasos, en tu música o en la red.