25/11/13

Retoques para anochecer largamente




 Se hace tarde (aunque en realidad, cuándo es tarde, para qué es tarde) cerramos las ventanas, y echarle la culpa al miedo es pestañar y que en frente estén las cosas que llevan al llanto. También es que la pena valga en el bolsillo (se reproduce –se falsifica, también- para entrar en la rueda del consumo) y que sea una pena tan grande que la entrada al misterio quede reducida a la falta de luz, porque el foquito. Y ahí quedé. Pero si nos quedamos, cuántos silbidos respirarán cerca. Si dejáramos de pensar lo oscuro

                                                             vas por el aire tratando de caer a la calle, a las calles todas, pero terminás cayendo en la espera, que no es más que ansiedad, y que sube o baja según cómo siente la poesía y cómo vos recibís de ella las ráfagas del fuego, esencia de las ganas.

Las vueltas que das en el aire son vueltas que te retienen


las vueltas te retienen, melancolía en los cruces largos como noches repetidas en las que aspiramos a ser algo más que impulso.

Las vueltas son maneras de no decidir; de ir y venir del presente, será. Por si acaso en esos momentos más vale no aferrarse ni a un espejo ni a una foto ni a una puerta, porque hasta uno mismo viene a ser su propio extraño.

Hay ciertos episodiossombras que juegan más que en contra, por eso nos vamos a dormir mucho más tarde. Pero qué es tarde, qué. Tenía en el otro bolsillo, esa vez que dejamos correr la lluvia a un costado mientras mirábamos los cigarrillos consumirse, una foto, esa foto que nunca se pierde; está y recontraestá a pesar de todo, a pesar de que la quisimos perder rápido, como si deshacer una foto implicase anular los sentidos. El ir y venir entre el presente y los latidos, y esos gestos pronunciando lo relativo de los avances, porque, cómo se da un paso si el aire se aleja. Que significa ni más ni menos que nos quedemos atrás. Lejos, lejos.

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